Con altísimos robles, cascadas a borbotones y largas extensiones verdes de abundantes cafetos, la región maya ixil de Guatemala es un lugar de belleza lírica. Pero si escuchas con atención, las letras cuentan una historia totalmente distinta: la historia de un pasado horrible marcado por una violencia desgarradora.
En la década de 1980, el genocidio desgarró la región maya ixil y más de 7.000 hombres, mujeres y niños indígenas fueron asesinados indiscriminadamente como parte de una campaña patrocinada por el gobierno contra los mayas durante el brutal conflicto civil del país. Muchas personas huyeron a las montañas para escapar de la violencia, sólo para enfrentarse al hambre, la enfermedad y los incesantes bombardeos aéreos. Al final, entre el 70 y el 90 por ciento de las aldeas ixiles fueron destruidas.
En 1998, cuando lo peor de la violencia había remitido, 28 miembros de la comunidad Maya Ixil, que compartían la visión de revitalizar las oportunidades económicas de la región, se unieron para fundar una cooperativa cafetera, la Cooperativa Maya Ixil.
En 2005, la cooperativa recibió su primer préstamo, un préstamo de 50.000 dólares de Root Capital que ayudó a la empresa a proporcionar a sus miembros pagos puntuales por su café. En los últimos diez años, Root Capital ha acompañado a la empresa en su crecimiento. En 2015, cuando el número de miembros aumentó a 175 agricultores, Root Capital concedió a la Cooperativa Maya Ixil su mayor préstamo hasta la fecha: 450.000 dólares en créditos comerciales.
«Con el apoyo financiero de Root Capital, la Cooperativa Maya Ixil ha podido mejorar y aumentar el volumen de café que estamos comercializando», afirmó Susana Rodríguez Pérez, contable de la cooperativa. «Y pagar a nuestros afiliados es mucho más fácil que antes».
La pobreza en la región sigue siendo generalizada y profundamente arraigada, pero la cooperativa ha cumplido su promesa de mejorar la calidad de vida de los socios: En 2013, los miembros de Maya Ixil declararon unos ingresos que duplicaban con creces los de las familias que no eran miembros.
«Estoy aprendiendo a ser un mejor productor de café», dijo un miembro de la Cooperativa Maya Ixil. «Cuando no estaba en la cooperativa, cultivaba el café como me apetecía hacerlo, inadecuadamente… pero ahora me he desarrollado y sé cómo plantar café [new], manejar la sombra, conservar el suelo».
«Con la ayuda de la cooperativa, ahora podemos vender el café a un precio más alto. Ha ayudado a toda nuestra familia», dice Susana. «Para mi familia, la cooperativa nos ha permitido estudiar, poner alimentos nutritivos en la mesa y comprar más tierras».