En la oficina de Walter Elizondo Naranjo en San Antonio, Costa Rica, cuelga una gran pancarta con imágenes de piñas, plátanos y naranjas. 100% orgánico, reza con orgullo la pancarta. Mirando la pancarta, Walter sonríe ampliamente. «Esto es COOPEASSA».
Hace treinta años, los agricultores de las estribaciones de la Cordillera de Talamanca, de exuberante vegetación, cultivaban principalmente cereales básicos. Tenían poco acceso a los mercados. Y eran muy, muy pobres. «Mis abuelos tenían que recorrer a caballo 32 km para llegar al mercado», reflexiona Walter, que dirige la cooperativa COOPEASSA. «Y cuando llegaron allí, no pudieron conseguir un buen precio».
Decididos a ganar más dinero por su duro trabajo, 20 agricultores de la región se unieron en 1984 para formar COOPEASSA. Juntos, razonaron, podrían conseguir mejores precios por sus cosechas que cualquiera de ellos por sí solo.
Hoy, el negocio tiene un aspecto muy diferente al de entonces. Ha pasado de 20 miembros a 300, y ha aumentado los ingresos medios por explotación de 650 a 4.360 dólares anuales. Está certificada como ecológica y de Comercio Justo, y ha conseguido la codiciada certificación de sostenibilidad costarricense «Bandera Azul» cuatro años consecutivos. Pero a lo largo de este periodo de expansión, una cosa ha permanecido constante: el compromiso de la cooperativa con el medio ambiente.
Walter no es ajeno a la agricultura inorgánica. «Mi padre trabajaba en la agricultura tradicional, y trabajaba siempre con productos químicos», dice. «Aún recuerdo cuando no podíamos beber el agua del Río Guayabo. Estaba demasiado contaminada».
Enfrentados a márgenes de beneficio muy estrechos y a enfermedades persistentes de los cultivos, muchos agricultores recurren comprensiblemente a los fertilizantes y pesticidas químicos. Pero aunque estos insumos puedan tener beneficios a corto plazo, los efectos a largo plazo sobre el suelo, el agua y la salud de los agricultores son desastrosos. Sin embargo, gracias a COOPEASSA, los agricultores no tienen que sacrificar su salud ni el medio ambiente por el éxito a corto plazo de sus explotaciones. «Tenemos un repelente de plagas ecológico, por ejemplo, que importamos de Alemania», dice Walter. «No es el tipo de cosas a las que los agricultores podrían acceder si no fueran miembros de nuestra cooperativa».
Al reflexionar sobre cómo la agricultura es hoy diferente de lo que era para su padre, Walter sonríe suavemente y dice: «La tierra huele diferente».
Aunque Root Capital no es el único financiador de esta cooperativa, Walter destaca cómo el enfoque de nuestro equipo en el servicio al cliente nos diferencia de los bancos tradicionales con los que la cooperativa ha trabajado en el pasado. «Los pagos llegan rápido y los tipos de interés son justos», dice Walter. «Es sencillo. Y funciona».
Pero Walter mira más allá de nuestra actual línea de crédito de 200.000 $, hacia el futuro. El envasado es una ineficiencia que le gustaría solucionar: aunque la cooperativa tiene su propia planta de procesamiento, alquila espacio y equipos a una planta de envasado situada a 20 kilómetros. Algún día, dice Walter, le gustaría que COOPEASSA tuviera sus propias instalaciones de envasado. «Uno de mil proyectos», dice riéndose.
Con mayores ingresos y prácticas más sostenibles, los socios productores de la cooperativa están preparados para el éxito. Pero Walter ve el verdadero impacto de la cooperativa en la actitud de sus jóvenes. «Es muy agradable ver que los hijos de nuestros miembros van a la universidad… y luego vuelven aquí a trabajar en sus granjas».
Cuando se le pregunta por una anécdota o un recuerdo favorito de su tiempo trabajando con COOPEASSA, Walter se lo piensa un momento. Entonces se le iluminan los ojos. «Mi historia favorita es cómo muchos productores tienen ahora esperanza», dice. «Esperanza de que, a través de la agricultura, puedan mejorar la productividad de sus explotaciones, su propia salud y el futuro de sus hijos».
Root Capital ofrece talleres de asesoramiento que refuerzan la capacidad de cooperativas como COOPEASSA para promover la resiliencia de los agricultores al cambio climático. Todos estos talleres se financian íntegramente con donativos.